HIPOCRATES: El enfoque terapéutico se basaba en el poder curativo de la naturaleza (vis medicatrix naturae en latín). Según esta doctrina, el cuerpo contiene de forma natural el poder intrínseco de sanarse («physis») y cuidarse. La terapia hipocrática se concentraba simplemente en facilitar este proceso natural. Para hacerlo, Hipócrates creía que «el reposo y la inmovilidad [eran] de gran importancia». En general, la medicina hipocrática era muy cuidadosa con el paciente: el tratamiento era suave y destacaba la importancia de mantener al paciente limpio y estéril. Por ejemplo, sólo se utilizaba agua limpia o vino para las heridas, aunque los tratamientos «secos» eran preferibles. A veces se utilizaban linimentos balsámicos.
Hipócrates era reacio a administrar drogas o emprender tratamientos especializados, por lo que, tras el diagnóstico general, seguía una terapia generalizada. Sin embargo, en determinadas ocasiones utilizaba drogas potentes. Este enfoque pasivo tuvo mucho éxito a la hora de tratar trastornos relativamente simples, como los huesos rotos, que requerían tracción para estirar el sistema esquelético y aliviar la presión en la zona lesionada. Se utilizaban el <banco hipocrático> y otros ingenios similares con estos fines.
Uno de los puntos fuertes de la medicina hipocrática es la importancia que daba al pronóstico. En tiempo de Hipócrates, la terapia medicinal estaba poco desarrollada y a menudo lo mejor que podía hacer el médico era evaluar una enfermedad y deducir el curso más probable, basándose en las informaciones recogidas en historiales de casos similares
Los cuatro humores:
La escuela hipocrática sostenía que la enfermedad era el resultado de un desequilibrio en el cuerpo de los cuatro humores, unos fluidos que en las personas sanas se encontraban naturalmente en una proporción semejante («pepsos») Cuando los cuatro humores (sangre, bilis negra,bilis amarilla y flema) se desequilibraban «dyscrasia», mala mezcla), el individuo enfermaba y permanecía enfermo hasta que se recuperaba el equilibrio. La terapia hipocrática se concentraba al restaurar este equilibrio. Por ejemplo, se creía que tomar cítricos era beneficioso cuando había un exceso de flema.
Crisis:
Otro concepto importante en la medicina hipocrática es el de «crisis», un momento en el curso de la enfermedad en que o bien la enfermedad se hacía paulatinamente más grave y el paciente sucumbía y moría, o bien pasaba todo lo contrario y los procesos naturales permitían la recuperación del paciente. Después de una crisis se podía producir una recaída y después una nueva crisis decisiva. Según esta doctrina, las crisis tienden a producirse en días críticos, que se suponía que eran un tiempo fijo después de contraer la enfermedad. Si la crisis se producía lejos de un día crítico, se podía esperar una recaída. Galeno creía que esta idea empezó con Hipócrates, aunque es posible que fuera anterior.
Profesionalismo:
También se daba mucha importancia a las doctrinas clínicas de observación y documentación. Estas doctrinas dictan que los médicos tienen que registrar sus descubrimientos y métodos medicinales de manera muy clara y objetiva, a fin de que estos registros se puedan transmitir y utilizarse por otros facultativos. Hipócrates anotaba regularmente y de manera precisa muchos síntomas, incluyendo la complexión, el pulso, la fiebre, el dolor, los movimientos y la excreción. Se afirma que medía el pulso de los pacientes cuando examinaba por primera vez al enfermo para saber si mentía. Hipócrates extendió las observaciones clínicas a la historia familiar y el ambiente. Garrison apunta que «la medicina debe a Hipócrates el arte de la inspección y la observación clínicas». Por este motivo, quizás resulta más correcto llamarlo el «Padre de la medicina clínica». La medicina hipocrática destacaba por su estricto profesionalismo, caracterizado por una disciplina y práctica rigurosas. La obra hipocrática Sobre el médico recomienda que los médicos siempre fueran bien aseados, honestos, tranquilos, comprensivos y serios. El médico hipocrático daba especial atención a todos los aspectos de su práctica: debía seguir especificaciones detalladas para «la iluminación, el personal, los instrumentos, el posicionamiento del paciente y las técnicas de vendaje y entablillado» en el antiguo quirófano. Debía, incluso, mantener sus uñas con una longitud precisa.
Dietética:
Cada alimento era clasificado según sus cualidades, que se escalonan en cuatro grados sobre dos ejes principales: caliente-frío y seco-húmedo (o, secundariamente, en ejes dulce-amargo y crudo-cocido). Estas cualidades influyen en la manera en la que el alimento se transforma dentro del cuerpo y en la calidad y consistencia de los humores producidos por el organismo. Según la escuela hipocrática, el calor de la digestión transforma los alimentos en linfa que, a su vez, se transforma en humores o actúa sobre la calidad y el equilibrio de los humores presentes. Para conservar la buena salud a lo largo del tiempo, hay que tener una dieta equilibrada. Por eso, los médicos que se basaban en la tradición hipocrática recomendaban a sus pacientes consumir alimentos que se correspondieran con el inverso de su temperamento, para corregir el desequilibrio de los humores. Así pues, el vino tinto (caliente y seco) y la carne (caliente y seca) eran recomendados para los ancianos, los flemáticos y los melancólicos, de naturaleza fría. En cambio, el pescado fresco (frío y húmedo) y las frutas o legumbres (frías y húmedas) creían que convenían más bien a los coléricos y optimistas, así como a los jóvenes, de temperamento caliente.Hipócrates es considerado un precursor de la dietética, promoviendo el consumo de legumbres y frutas, aunque sus enseñanzas al respecto se consideran obsoletas. Los alimentos se clasificaban en función de su correspondencia con uno u otro de los cuatro elementos: el agua, la tierra, el aire y el fuego, que corresponden a cuatro temperamentos definidos por la teoría de los cuatro humores: flemático, melancólico, sanguíneo y colérico, respectivamente.
Según Hipócrates, la alimentación también tenía que variar según el clima y las estaciones, que creía que influían en los humores. En invierno, un periodo en que domina el frío y la humedad, sería preferible consumir carnes con salsa, cocinadas con especias calientes; en primavera, cuando domina el calor y la humedad, se aconsejaba pasar poco a poco de los pucheros a los asados y empezar a comer más legumbres verdes; en verano, cuando domina el calor, sería el momento de consumir carnes y pescados a la plancha, más ligeros, y preferir alimentos fríos y húmedos como el melón, la ciruela o la cereza; en otoño, un periodo en que empieza el frío, haría falta comer alimentos apetitosos y ligeramente ácidos para expulsar la melancolía, así como reducir el consumo de vino y frutas.
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